Hace casi dos años escribí
las dos primeras partes de este articulo por entregas, Me van a tener que
operar, pues va a ser que no. En este tiempo, sobretodo el último año, mi vida se
estaba desperdiciando, el parkinson atacaba ya con una constancia que las
medicinas no podían contrarrestar, el cuerpo se había acostumbrado a ellas.
Así es que pasadas las
Navidades últimas en las que no pude salir de casa por falta de movilidad y
equilibrio, fui a ver a mi neuróloga a ver que se podía hacer, me reitero que
no había una varita mágica y como desde hacía unos 10 años me venía
advirtiendo, la única solución que me quedaba era la operación. Ese día vi
claro que había llegado el momento del que por mi cobardía había querido
siempre huir. Y empecé con el proceso de
mentalización.
Voy a tratar de contar mi
experiencia para compartirla con los que me leéis habitualmente y para que
llegue a personas que se tengan que enfrentar a esta operación, para que
se animen, la conozcan y vean que con
positividad se puede conseguir casi todo.
Lo primero quiero dar las
gracias a la neurocirujana que me opero durante 7 horas la doctora Marta del Álamo y a todo su equipo de neurocirugía del Hospital
Ramon y Cajal de Madrid.
Hubo un hecho previo a la
operación que la hizo retrasarse varios meses, me debían realizar una
resonancia magnética para establecer el “mapa”
de mi cerebro y conocer las coordenadas de los puntos a donde tenían que llegar
los electrodos que me debían implantar.
La sorpresa fue que cuando
me fui a hacer la resonancia en el hospital, no entraba en la máquina, mis
hombros eran más anchos que el hueco de la máquina, y tras dos intentos en los
que casi me quedo atascado y tienen que venir los bomberos a sacarme, los
operarios desistieron y me tuvieron que derivar a otro hospital donde hubiese
una maquina con un agujero de mi talla.
Salvado este impedimento,
ingrese el dia 10 de septiembre en el hospital para hacerme el preoperatorio
con vistas a operarme el dia 14, durante todo el verano que no pude salir prácticamente
de mi casa siguió el proceso de mentalización, dándome cuenta que tenía poco
que perder ya que el parkinson me había robado ya toda la capacidad de vivir y
la operación me la podía devolver.
Los últimos dos días
previos a la operación coincidentes con un fin de semana fueron bastante angustiosos,
y fueron mitigados por las visitas de ánimo de familiares y amigos.
Llego el día 14 y me vino a
buscar un celador que me llevo al quirófano en mi cama compañera inseparable
durante los días que permanecí en el hospital.
Cuando llegue a una sala
previa al quirófano vi un montón de personas vestidas de verde esperándome ya
que era el artista invitado del día.
Y empezó el show, me senté
en una silla de ruedas para que me
hiciesen un trabajo previo y fundamental para la operación, habían que
establecer el origen de coordenadas para referenciar la famosa resonancia magnética
con el “mapa” de mi cerebro.
Pues esto que suena tan técnico
y teórico se resuelve colocándote una corona de acero, bastante pesada por
cierto, atornillada en cuatro puntos a la cabeza, dos puntos en
la frente y otros dos en la parte posterior de la cabeza, pinchándote previamente
al lado anestesia local como cuando vas al dentista. Antes de colocarte los 4 tornillos te sujetan la corona con unos
ganchos al interior de los oídos, para empezar a tener puntos fijos, el dolor
en los oídos es tal que ya poco importa que te lo atornillen a la cabeza.
Llegado este punto y con la
corona atornillada a la cabeza pareciendo darth vader de la guerra de las
galaxias, me pasean en la silla de ruedas para ir a hacerme un scanner que
junto con la resonancia previa y mediante un programa informático establezcan el fundamental origen de
coordenadas de mi cerebro.
De vuelta al quirófano ya me tumbo en la mesa
de operaciones que luego se incorpora quedándome sentado como Alien en su nave espacial en la película del
8ºpasajero. Ya estoy preparado, me ponen la sonda para orinar y me empiezan a
buscar las venas los anestesistas y como siempre que las van a pinchar, o
desaparecen, o se han quedado en la habitación esperando a que pase todo, por
suerte una de las anestesistas encuentra una vena en la mano derecha y la
pincha y me puede colocar una vía, que alivio solucionado uno de los problemas que más me preocupaban.
Oigo la dosificación que me
van a poner a los anestesistas y me la ponen y pierdo la consciencia, no sé cuánto
tiempo estuve así porque tengo la sensación de haber sentido sin dolor como me hacían
los dos trépanos o taladros del cráneo.
Cuando volvió la consciencia recuerdo que
me pregunto una de las doctoras del equipo los días de la semana y los meses
del año y yo los dije, salvo un momento en el que se me torció la boca y los
ojos y me quede con un habla gangoso, rápidamente corrigieron la posición del
electrodo , para eso me necesitaban consciente para que pudiese decir que
estaban “apretando la tuerca adecuada”, no sé cuánto tiempo estuve en esa situación
de consciencia sedada pero si sé que podía ver a los miembros del equipo alrededor
mío, grabando la operación en video y oír conversaciones algunas simpáticas, como
cuando pedía la neurocirujana el destornillador en vez del bisturí que parecería
más apropiado.
Y otras intranquilizantes como cuando oí este electrodo no
funciona , la vaina si vale , pero dame otro de la caja alguien pregunto cuántos
hay y yo pensé , se habrán traído suficientes, otra cosa que oía era prueba el canal 1 , el canal 2 ,
el canal 3 y oía un monitor con un ruido de pantalla con nieve como las
antiguas televisiones en blanco y negro, de vez en cuando decía que estaba cansado
era como si me estuviesen apaleando, pero me debían poner más anestesia y volvía a aguantar, también me
ayudo pedir a Dios que me diese fuerzas para aguantarlo y acordarme de mi padre
que hacía unos meses que había fallecido después de 15 ingresos hospitalarios el
último año de su vida con el sufrimiento y dolores que tuvo que soportar
siempre sin quejarse y que me sirvió de ejemplo
como una de sus últimas
enseñanzas.
Finalmente en ese estado de
semi consciencia note como me cosían la neurocirujana y uno de sus ayudantes,
los dos a la vez, uno cada uno, los dos agujeros de los trépanos,
pero sin sentir dolor, sintiendo las puntadas y el correr del hilo por la carne.
Y en esas me quede dormido
y desperté en un pasillo rodeado de gente que me hablaba y me conducían a la
uci donde pase un día.
Y esto es todo lo que
recuerdo de las 7 horas, me parece poco, seguro que ocurrieron más cosas de las
que mi estado de semi consciencia no se enteró porque el hecho es que las
doctoras me dijeron que me había portado muy bien en la operación y yo tenía, y
se lo había advertido, bastante miedo a la angustia que me podía producir la operación,
la conclusión es que si yo he podido soportar la situación cualquiera que sea
una pizca más valiente que yo ante la sangre y las agujas lo podrá soportar
igualmente y los beneficios que se derivan de la operación merecen el esfuerzo.
Ahora a esperar que pasen
los meses y me vayan ajustando la medicación y el efecto de la estimulación de
los electrodos, y esto me dé de nuevo la movilidad necesaria para disfrutar de
la vida.
Antes:
Despues