Hace unos meses os presente la historia de los niños preinformáticos y os hable de sus útiles habituales la peonza, las canicas y las chapas, pero todos estos eran los útiles de la temporada de verano.
En la temporada de invierno, cuando las inclemencias del tiempo no permitían el esparcimiento de los niños preinformáticos en plena naturaleza, estos quedaban en sus madrigueras ante la desesperación sobretodo de las adultas preinformáticas.
Pero los niños preinformáticos tenían mucha imaginación y solían tener guardados en un tambor de detergente que le había proporcionado su adulta preinformática, los indios y los vaqueros.
Qué eran los indios y los vaqueros, pues voy a intentar definirlo, eran unas figuritas de plástico pequeñas de cuatro o cinco dedos de altura, que recibían los niños preinformáticos como recompensa, por ejemplo, de buen comportamiento y no organizar peleas con el resto de miembros de la camada o de camadas vecinas.
Y donde los conseguían, pues en un lugar de devoción de los niños preinformáticos que existía en los mercados, que era donde las adultas preinformáticas conseguían los alimentos de las familias preinformáticas.
Estos mercados estaban divididos en puestos que vendían provisiones de distintas clases y había un puesto, el lugar de culto de los niños preinformáticos, delante del cual se producía la parálisis en el niño preinformático a su paso por él, se trataba de la droguería o cacharrería, entre multitud de jabones, estropajos, escobas y barreños había delante del droguero colocados con insinuante perfección indios, vaqueros y sus caballos.
Entonces, después de la parálisis inicial producida por aquella visión , el niño preinformático establecía su estrategia de caza, consistía inicialmente en un acercamiento a su adulta preinformática a la que la tiraba de la ropa para reclamar su atención a la vez que le decía ¿me lo compras? ¡Me he portado bien! Dependiendo de la reacción ese día de su adulta preinformática, el niño preinformático insistía hasta conseguir su botín o desistía hasta una nueva mejor ocasión.
Debía tener mucho cuidado al interpretar las reacciones de su adulta preinformática porque un error podía no solo costarle el fracaso de la cacería , sino lo que era aún peor ganarse un botín no esperado y menos deseado denominado cachete , que era el cachete, pues tanbien voy a tratar de definirlo, consistía en un movimiento brusco de la mano de la adulta preinfomática que se encontraba con la cara del niño preinformático, la intensidad de este encuentro era variable, podía ir desde quedar señalados los dedos de la adulta preinformática en la cara del niño hasta producir simplemente un daño más moral que físico.
De todas formas los niños preinformáticos tenían cierta habilidad en la cintura para mediante un pequeño juego de está, imitando a unos adultos preinformáticos que tenían la profesión de boxeadores, esquivar el citado cachete.
También los niños preinformáticos más mayores y experimentados, intuían la situación y antes de que se produjese se retiraban unos cuantos metros.
Y cuando todo salía bien que pasaba, pues cuando la adulta preinformática accedía a la petición del niño preinformático, este apoyaba las manos y la barbilla en el mostrador del puesto y tomaba la difícil decisión de elegir el indio o el vaquero que quería, una vez elegido el tendero se lo entregaba a cambio de una o dos pesetas que sacaba la adulta preinformática de su bolsillo.
En algunas ocasiones la decisión no era difícil puesto que el muñequito elegido estaba decidido muchos días antes, después de haberlo visto en repetidas ocasiones, a veces también se producía una sensación de frustración cuando llegado el día de la cacería, el muñeco había desaparecido por haber sido botín de otro niño preinformático que se había adelantado.
Y una ve llegado a la madriguera que hacia el niño preinformático con el botín, pues normalmente se iniciaba con un ritual que incluía el bautizo, con nombres tomados de películas y series en blanco y negro que el niño preinformático veía en la televisión, así lo vaqueros se podían llamar Virginiano, su amigo Trampas. Manolito Montoya, el gran chaparral,…..o simplemente Joe, Billy, Willy, James o Jimmy y si eran indios Jerónimo o Toro sentado por ejemplo, y si eran caballos la estrella era Furia y si eran perros Rin tin tin y Lassie.
Después del bautizo pasaban a ocupar su lugar en el fuerte, recinto generalmente cuadrado, en la mayoría de los casos con cantina, oficina del sheriff y store que con los años descubriría el niño preinformático que era la tienda, en el fuerte se quedaban los vaqueros y fuera quedaban los indios con la misión de atacar el fuerte que también tenía nombre, era frecuente fort apache, fort west y Bonanza, como el rancho de una popular serie de televisión.
A veces la imaginación del niño preinformático hacia que con pinzas de madera de sujetar la ropa su adulta preinformática, construyera un establo para los caballos, un pueblo o un campamento para los indios.
También tenía la opción de tumbar una antigua silla de mimbre y entre los torneados barrotes de madera del respaldo organizar un campamento.
Así es como usaban sus queridas joyas los niños preinformáticos.
Si quieres saber más de los niños preinformáticos lee El look de los niños preinformçaticos (I). La moda.
http://miscircuitosdeslot.blogspot.com/2011/03/el-look-de-los-ninos-preinformaticos.html
O acompañales en Un paseo por el mercado de los 60. (I). La frutería y el ultramarinos.
http://miscircuitosdeslot.blogspot.com/2011/02/un-paseo-por-el-mercado-de-los-60-i-la.html
Si quieres saber más de los niños preinformáticos lee El look de los niños preinformçaticos (I). La moda.
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O acompañales en Un paseo por el mercado de los 60. (I). La frutería y el ultramarinos.
http://miscircuitosdeslot.blogspot.com/2011/02/un-paseo-por-el-mercado-de-los-60-i-la.html
Ja ja ja, !que buenos recuerdos¡ y que me he reído.
ResponderEliminarMuy bueno, me ha encantado a la vez que me ido 30 años hacia atrás.
¡Qué buenos recuerdos me trae!.Es algo que jamás olvidaré,aquellos años de mi infancia(nací en el 55)y he vivido todo lo que relatas.
ResponderEliminarEramos sumamente imaginativos.
Un abrazo.
Maravilloso relato. Me ha encantado porque además me has hecho retroceder a mi infancia y recordar esos ratos de ir a la compra con mi mamá "preinformática" y eso siempre es enternecedor. Tengo 50 años y sigo "jugando" con soldaditos, de hecho trabajo en el museo de miniaturas militares de Jaca y siempre he sabido seguir llevando dentro a ese niño que fuimos todos.
ResponderEliminarFelicidades por el artículo y el blog que es una pasada...
un saludo
Diego