Los niños preinformáticos nacían con flequillo, bueno no era realmente así pero igual que echaban a andar y les salían los dientes, su adulta preinformática se afanaba en domar algún rebelde y natural remolino hasta conseguir llevar el pelo igualado y pegado al cráneo igual que si le hubiese lamido una vaca.
Normalmente, en el devenir del día y coincidiendo con dos hechos totalmente diferentes y antagónicos, volvían a aparecer los remolinos, estos dos hechos eran los juegos en el patio del colegio, momento de máxima actividad que le producían incluso sudores al niño preinformático y como consecuencia final la aparición de remolinos.
El otro hecho totalmente opuesto y exento de toda actividad física, era soportar bien antes o bien después del recreo las aburridas clases del colegio y la charla de su profesor, para lo cual el niño preinformático tenía que sujetarse la cabeza con una mano apoyando el codo en la mesa o pupitre y echando el cuerpo hacia delante con una postura serpenteada que no hacia nada bien a su joven espalda, en esta postura los dedos de la mano penetraban entre el cabello, haciendo aflorar también los remolinos.
Por último otra situación en la que también aparecían los indomables remolinos, era la de total reposo en la noche en la cama, pero el reposo no debía ser total y fruto de la pelea con la almohada, también surgían los remolinos, estos si cabe los más indomables de todos.
Coincidiendo normalmente con la primera comunión, día en el que numerosos niños preinformáticos se vestían de ridículos marineritos y las niñas por cierto de bellísimas princesas, se producía un cambio importante en el look del niño, abandonando el flequillo para peinarse a raya, la adulta preinformática cogía por la barbilla la cabeza del niño y después de peinar su cabello con el familiar flequillo tomaba la punta del peine y hacia un surco en el cabello como si de un arado tirado por bueyes se tratase y echaba 2/3 del cabello para un lado y 1/3 para otro quedando una línea blanca de piel que confirmaba que el surco no se había hecho en una huerta de tierra.
Este peinado todavía era más proclive a los remolinos que flequillo.
Otro posible look más modernito en aquellos años era llevar el pelo a lo beatle, como los músicos de Liverpool, con una corta melenita que parecía recortada después de haberse puesto un tazón en la cabeza el niño, un ejemplo de esto era el popular niño de los anuncios de la gaseosa la casera de entonces, con el que casualmente coincidí en un campamento de verano el año 71 en Tarragona, este niño además tenía la melena rubia, color totalmente singular.
Hablando de la longitud del cabello, esta podía ir desde la modernita melenita a un cabello abundante o lo que en mi caso se empeñaba mi padre en hacernos a mi hermano y a mi con la excusa de que el pelo creciese fuerte, nos lo cotaba tanto que cuando te pasabas la mano a contrapelo por la nuca, el pelo pinchaba, el sigue convencido de que gracias a eso mi hermano y yo que hemos cruzado los dos los 45 no somos calvos, pero viéndole a el que con 81 años mantiene todo el pelo, no cabe la menor duda que el tema es genético.
La consecuencia inmediata de estos cortes de pelo era peleas en el colegio cuando algún niño te llamaba pelón o te daba una colleja, en cuantas ocasiones termine en el suelo peleando con otro niño preinformático por esta razón.
El colmo de esta obsesión de mi padre por cortarnos el pelo se debió producir cuando yo tenía cuatro años y mi hermano dos, nos corto el pelo al cero en el verano para que estuviésemos fresquitos, siendo el hazmereir en todas las tiendas a las que acompañábamos a mi madre, menos mal que no había ido todavía al colegio porque hubiese tenido el combate del siglo.
A mediados de los 70 coincidiendo con la crisis económica iniciada en el 73 por la subida del precio del petroleo, era frecuente como en todas las épocas de crisis ver a los adultos con el pelo más largo, el paradigma de esto era un futbolista del Atlético de Madrid, el ratón Ayala, jugador argentino que tenía una femenina melena negra hasta la cintura que cimbreaba al hacer los regates al contrario y un machote bigote negro en el rostro, que hacía en aquella época que en algunos casos al ver una persona de espaldas no supieses si era hombre o mujer, ya que también la moda en la ropa era bastante unisex y no ayudaba a distinguir hombres d e mujeres.
Volviendo al niño preinformático, al acercarse a la adolescencia se producía otro nuevo cambio en su peinado, este ya por decisión personal, era peinarse hacia atrás como un hombrecito imitando a Elvis Presley o posteriormente a John Travolta, y a la espera del nacimiento de la barba y el bigote para iniciar los esporádicos iniciales afeitados.
Lamentablemente de las coletas, trenzas y colas de caballo tampoco os puedo hablar , como siempre requeriría la colaboración de una niña preinformática para hablar de estos temas tan ligados al genero. Solo Asterix y Obelix nos podrían hablar de esta experiencia pero tampoco eran niños preinformáticos.
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